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La ética, factor clave para la competitividad

 

Cada día es mayor la exigencia social de comportamientos éticos en todas las actividades humanas. El caso más reciente de presumible mala práctica en el  curriculum académico  de la presidenta de la Comunidad de Madrid que ha acabado con la prometedora carrera política de Cristina Cifuentes, es solo un ejemplo de actuaciones que la sociedad ya no está dispuesta a tolerar.

Pero esto no afecta solo al ámbito social de las relaciones entre personas. Es fundamental en las relaciones empresariales para el buen funcionamiento del mercado. Solo a través de la ética en los comportamientos se genera la confianza suficiente para el desarrollo correcto de las transacciones comerciales.

Sin duda es la ley la que regula esas transacciones, pero la ley sola es insuficiente para facilitar los intercambios comerciales. Solo actúa en caso de conflictos, que deben ser un porcentaje mínimo de las operaciones que se producen. La inmensa mayoría de negocios se desarrollan en base a la confianza entre las partes de que cada una será capaz de cumplir las obligaciones que adquiere en la relación comercial (es el apretón de manos que hasta no hace demasiado tiempo sellaba el compromiso).

Hablamos de la ética como el conjunto de valores, normas y principios que ayudan a la empresa a buscar el progreso conjunto con todos sus grupos de interés, clientes, proveedores, empleados, entorno social. En este sentido, la ética empresarial es un factor clave para el desarrollo de la Responsabilidad Social de la Empresa y, en consecuencia, de su capacidad para competir.

Sin duda, en el largo plazo, recibes según tu comportamiento, de manera que un negocio ético –lógicamente, adaptado a la expectativa de los clientes que constituyen el objetivo de la empresa- acaba siendo siempre un buen negocio por muchas razones: la integridad de las personas que forman la empresa y los valores que la definen (transparencia, honestidad, profesionalidad, coherencia) provocan comportamientos predecibles, por tanto confianza en los clientes, proveedores, mercados y entorno social, y esa confianza es, como decía, la base sobre la que se construyen negocios sostenibles.

Y ante esto solo cabe una posición: la gestión de la empresa debe sustentarse en el compromiso con el desarrollo social armónico con todos sus grupos de interés. Como decía el profesor Iwao Taka, en términos generales, "en una relación de confianza, aquel en que se confía debe pensar, en primer lugar, en los beneficios de quien le otorga dicha confianza, de manera que los beneficios de la empresa deberían ser consecuencia del respeto a los beneficios obtenidos por la sociedad". Solo los planteamientos 'gana-gana' son realmente útiles.

En mi opinión, desde hace ya tiempo, estamos en la etapa de la ética en los negocios, en la etapa del compromiso compartido por todos los que formamos parte de la empresa, y en la extensión de este compromiso a todo el entorno que rodea a la empresa y que tiene interés en la misma. Y ese entorno es muy amplio: directivos, empleados, propietarios, clientes, proveedores, administraciones, entorno social, etc.

Solo entre todos, trabajando juntos para el progreso social descrito, conseguiremos empresas rentables, competitivas y sostenibles a largo plazo. Entendiendo claramente que no hablamos solo de ser buenos vecinos sino de compartir, lo que exige conocer, innovar, anticiparse, evolucionar con el entorno y nuestro compromiso para mejorarlo.

El comportamiento ético es clave para el diseño de la calidad de nuestra empresa y primer factor de competitividad. Su desarrollo nos compromete a todos los que trabajamos en la empresa. Hablar de ética empresarial es, por tanto, hablar de las personas en la empresa.

 

Fuente: alicanteplaza.es